La mística del Yoga: un abordaje académico y científico.

El Yoga, en tanto disciplina espiritual, filosófica y práctica, constituye uno de los sistemas más complejos y antiguos de autoconocimiento y transformación humana. Su dimensión mística no puede comprenderse de manera reduccionista como un mero estado emocional o una experiencia religiosa subjetiva, sino como una epistemología de la conciencia, una vía metodológica destinada a explorar, expandir y trascender los límites ordinarios de la mente.

Desde un punto de vista histórico, la mística del Yoga hunde sus raíces en los himnos del Ṛgveda y se sistematiza en los Upaniṣads, textos en los que el ser humano es concebido como un microcosmos que refleja el orden cósmico. En este marco, el Yoga se entiende como una tecnología interior que busca la unión (yuj) entre el ātman (sí mismo) y el brahman (principio absoluto). La mística se configura, entonces, como experiencia de lo inefable: un conocimiento directo, no mediado por el lenguaje conceptual, que trasciende la dualidad sujeto–objeto.

Desde la psicología y las ciencias cognitivas, se ha investigado la correlación entre las prácticas yóguicas —respiración consciente, concentración y meditación profunda— y los estados modificados de conciencia. Estudios neurocientíficos señalan que estos estados implican una modulación significativa de la actividad en la red neuronal por defecto, así como una sincronización cortical que posibilita una percepción unificada del yo y del entorno. En términos fenomenológicos, ello se traduce en la vivencia de unidad y silencio interior, categorías centrales de la mística yóguica.

La mística del Yoga no debe ser entendida como evasión del mundo, sino como un modo de habitarlo con mayor lucidez y compasión. El desapego propuesto por el Yoga Sūtra de Patañjali no implica negación de la realidad empírica, sino una reconfiguración de la conciencia que libera al sujeto del automatismo de los condicionamientos psicológicos y sociales. En esta liberación radica la dimensión ética de la mística: el adepto no busca únicamente la disolución del ego en el Absoluto, sino también la transformación de su modo de ser en el mundo, integrando conocimiento, acción y contemplación.

En consecuencia, la mística del Yoga puede considerarse un campo de intersección entre filosofía, espiritualidad y ciencia. Su relevancia contemporánea radica en que ofrece un modelo integral para comprender la conciencia humana, proponiendo tanto una ontología —la unidad de lo real— como una metodología experiencial —la práctica disciplinada de la mente y el cuerpo—. En este sentido, el Yoga no se limita a una práctica física o a una tradición cultural, sino que se erige como una vía de conocimiento radical: una ciencia interior que, a través de la experiencia mística, revela la posibilidad de una conciencia expandida y una existencia más plena.


La mística del Yoga en perspectiva comparativa y esotérica

La mística del Yoga no puede reducirse a una simple práctica ascética ni a un ejercicio físico. Constituye una tecnología de lo sagrado, un sistema simbólico y experiencial orientado hacia la unión (yuj) del principio individual con el principio cósmico. Sin embargo, su esencia no es exclusiva de la tradición india: se manifiesta en paralelo con otras corrientes místicas universales, revelando un horizonte común de búsqueda y una estructura esotérica compartida.

1. La unidad como núcleo de la experiencia mística

El Yoga concibe la experiencia mística como samādhi: un estado en el que la conciencia individual se disuelve en lo absoluto, cesa la dispersión mental y emerge la percepción directa de la realidad sin mediación conceptual. Este mismo núcleo aparece en la tradición cristiana en las descripciones de los místicos como Meister Eckhart o San Juan de la Cruz, quienes hablan de la unión con Dios y la “noche oscura” como procesos de vaciamiento del yo que conducen a una plenitud inefable. En el sufismo, la noción de fanā (aniquilación del yo) cumple un papel semejante: el buscador desaparece en la inmensidad divina, alcanzando la permanencia (baqā) en el Amado.

El denominador común de estas tradiciones es la superación de la dualidad y la revelación de la unidad esencial de la existencia, aunque cada una lo exprese en sus categorías simbólicas: Brahman, Dios, Al-Ḥaqq.

2. El cuerpo y la energía como mediadores.

Lo esotérico se revela en las técnicas: el Yoga desarrolla una cartografía del cuerpo sutil (ṣūṣumna, nāḍīs, cakras) que no se corresponde con la fisiología ordinaria, sino con un mapa energético. El ascenso de la kuṇḍalinī simboliza la apertura de estados superiores de conciencia.
En el cristianismo esotérico, aunque el cuerpo sutil no se conceptualiza con tanta precisión, aparecen nociones afines: la “escala de Jacob” como ascenso de la conciencia, o el “fuego del Espíritu Santo” como energía transformadora interior. En el sufismo, la circulación de la energía espiritual a través del dhikr (recitación del nombre divino) y la danza mística (samāʿ) también operan como dinamismos de transfiguración.

En todas estas vías, el cuerpo deja de ser mera materia y se convierte en templo y laboratorio espiritual, un soporte para la experiencia trascendente.

3. El lenguaje del silencio y lo inefable

La mística es, en esencia, apofática: lo absoluto no puede describirse, solo experimentarse. El Yoga Sūtra afirma que la meta es detener las fluctuaciones mentales (citta-vṛtti-nirodhaḥ). San Juan de la Cruz expresa que “el verdadero conocimiento de Dios es no conocerle”. Los sufíes declaran que “quien habla no sabe, y quien sabe no habla”. En todos los casos, el silencio se convierte en el verdadero lenguaje de lo sagrado.

Este silencio no es vacío, sino plenitud: un espacio en el que se desvela lo oculto, lo esotérico, aquello que escapa al discurso pero se revela en la vivencia directa.

4. El eje esotérico común

Comparar estas tradiciones revela que el Yoga y las místicas cristiana y sufí comparten una estructura iniciática:
 • Purificación: disciplina del cuerpo y la mente (Yoga: yamas y niyamas; Cristianismo: ascética; Sufismo: lucha contra el nafs, el ego).
 • Iluminación: apertura de la conciencia mediante prácticas contemplativas (Yoga: meditación; Cristianismo: contemplación; Sufismo: dhikr y poesía mística).
 • Unión: integración del ser individual en el absoluto (Yoga: samādhi; Cristianismo: unión mística con Dios; Sufismo: fanā y baqā).

La vía esotérica muestra que, más allá de sus formas culturales, todas estas tradiciones apuntan hacia una gnosis universal: un conocimiento interior que transforma radicalmente la conciencia.

Conclusión

El enfoque comparativo y esotérico del Yoga permite situarlo en el marco de una mística universal, donde lo diverso se entrelaza en un mismo arquetipo: el viaje del ser humano hacia la trascendencia, el desvelamiento de su verdadera naturaleza y la unión con lo absoluto. El Yoga ofrece un método refinado para acceder a esa experiencia, pero su esencia se reconoce también en el éxtasis cristiano, en la danza sufí o en el silencio de cualquier místico que, en cualquier cultura, haya vislumbrado la unidad tras el velo de la multiplicidad.


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